Sonriza leyó aquel contrato varias veces, aunque casi sin leerlo tenía ya claro que lo iba a firmar. Porque aquel contrato era más suyo que de Jafar. Desde que recibió el primer mensaje en la primera botella, sabía que otro cuento era posible. Lo estaba deseando desde que todo se torció, resignada a la realidad pero aspirando a ser feliz, aunque fuera sólo en un cuento.
Por ahora.
Le gustaba el personaje de Jafar. Y la persona. Parecía amable, sincero. Quería jugar con él, hacerlo rabiar un poquito. ¡Era tan osito de peluche! Así que empezó a discutirle el contrato: –En este punto hay que añadir que la parte contratante de la primera parte será la parte contratante de la primera parte.– le dijo Sonriza sin casi poder aguantar la risa. –Y aquí, este punto, tendré que consultarla con los abogados del ZS2HR, que ya te digo que no sabes lo que es, pero no te conviene saberlo, porque si te lo digo tendré que matarte. Y me agradecerás que te mate yo, porque si envían a sus limpiadores tu muerte será lenta y dolorosa. Al menos yo te mataré a cosquillas, que es la mejor de las muertes.–
La cara de Jafar era un poema, y no hacía más que mirar el contrato y a Sonriza y preguntándose: Pero, ¿qué está pasando aquí?. Hasta que Sonriza estalló en carcajadas, le quitó el contrato, lo firmó con el boli de cuatro colores y le estampó un sonoro beso en la mejilla. –Vamos a por ese cuento, venga.– dijo, con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando el pobre hombre se recompuso, comenzó a hablar por los codos: –Pues hay que ponerse manos a la obra, no puedes estar sin cuento ni un segundo más. Y no puede ser cualquier cuento: tiene que ser «el cuento de los cuentos». Debe ser algo grande. Hay que convocar un concilio ya, y reunirnos y decidir el tema y empezar a recorrer bibliotecas y archivos y comprar papel y tinta y…– paró un segundo para respirar, y Sonriza aprovechó para cortar la perorata.
–Sí, todo eso hay que hacerlo,– dijo Sonriza –pero ahora paremos y veamos la puesta de sol. Te prometo que mañana empezamos el cuento, y que vas a ser tú el que no pueda seguirme en esta aventura. Te va a tocar correr mucho, pero que mucho mucho.– dijo Sonriza, mientras el sol poniente comenzó a iluminar su cara. Y, por primera vez en mucho tiempo, en sus ojos chispeó un rayito de felicidad.
Así que veremos qué cuento empiezan a escribir Sonrisa y Jafar. ¿Crees que lo leeremos algún día?