Viene por todos lados, no me salva nadie. Jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, quienes me aman y quienes me odian, en lo personal y en lo profesional. Instalado en la decepción, en el odio, en la derrota, en el mundo ciego y sordo que no atiende a mis súplicas, en el egoísmo destilado a raudales que trata de engullir el mundo.
Uno así acaba odiando su vida hasta el tuétano. Llegar tan lejos para esto. Estar en el paraíso y odiarlo a muerte, ansiar rendirse por encima de todo, esconderse en un agujero donde sólo vea tu cara cada mañana. Nada más.