Es un día largo, triste, oneroso. La tristeza sigue ondeando sus pendones por todo el campo de batalla, ajena a mí y a mis pocas fuerzas decididas a resistir. Se burla de mi pobre resolución, se ríe de mi desgracia, de mis errores, los que me llevaron hasta aquí.
Hoy, en la oscuridad del teatro, he soñado con calles de Bruselas, con la civilizada y decadente vieja Europa, con una vida aburrida dedicada a ti y a mí, a beber, a leer, a mirar la calle desde la ventana, a pelear con las palabras por este mundo herido, contra tanto malhadado, contra tu maldad y tu indiferencia. Contra ese error mío que me hace seguir amándote cuando debía odiarte. Porque nunca me darás lo que ansío, lo que sueño, lo que necesito.
¿Nadie oye mi llamada de socorro desesperada?
Te comería a versos, pero eso ni te araña tu negro corazón.