Me enamoré de ti. De tu risa, de tu pelo, de tus labios. De tu manera de andar y soñar. De tu vida y de tus duelos. Sólo quería quedarme a tu lado.
Estuve dispuesto a todo, incluso a decepcionarte.
No tuve ninguna oportunidad.
Me equivoqué contigo.
Por eso, ahora, cuando te veo, cuando me hablas, cuando te sueño despierto, sólo tengo ganas de llorar, de fugarme contigo. De que seas como imagino que debes ser.
Ahora, en una hora negra, con todo el equipaje que arrastro por esta vida falsa, falaz, vicaria; ahora sólo quiero que me salves de una vez por todas y me ilumines todas las mañanas con tu risa.
Pero no te tengo, no estás. No te enamoraste de mí. Resultó que tú acabaste siendo otra, y yo dejé de ser yo y me convertí en otro que ahora te echa de menos, pero de otra manera.
Hoy tengo unas ganas locas de llorar, quizá porque en días como estos se hace más palpable que nunca serás mía.