Y tú sin querer admitirlo,
sin dar ni siquiera salida
a mi llanto entre tus manos.
Sin dejarme sitio
para aparcar mi LandRover
entre tus piernas de cabello de ángel,
sin dejarme sitio
para guardar la esperanza
de escribirte en la espalda,
de despertarme a tu lado.
Tanta guerra has desatado
con el símbolo de la paz de tus labios.
Y tú sin dar la cara,
sin querer admitir
que me tienes rendido.