De nuevo en la carretera

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Empieza la vuelta al cole, con pocas ganas. Se me presentan un mes de enero y febrero terribles, y ayer noche no quedó más remedio que cerrar filas y empezar a asumir que no queda tiempo para dormir, y que va a haber que dar otro empujón a toda esta carga de trabajo que siempre es infinita, que no acaba nunca.

También necesito empezar de cero. Totalmente. Pero eso no es posible, y además fallaron tantas cosas, incluidos tú y yo, que tan sólo aspiro a tener un refugio como Villa Soledad, donde poder ir cosiendo heridas, ya que últimamente no cierran con este tráfago que no cesa, como el rayo.

Me puede la estulticia y el egoísmo, me pueden los corazones avaros y las muescas en la culata, estoy harto de conjuras de necios y cháchara de café.

El otro día, escuchar a Luis Ramiro cantando Pandora me trajo otra vez las ganas de huir, echar(te) de menos y de manos. Necesito encontrar ganas para correr(¿me?) otra vez, ese atractor en medio del caos que surge de vez en cuando. Calculando los exponentes de Lyapunov de mi vida.