Cara a la pared

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Esto de pensar es peligroso. Lo dice mucha gente, incluso algunos de ellos inteligentes. Siempre lo intento. Aunque duela.

Estas noches, plagadas irremediablemente de monstruos y otras hierbas, me proveen de suficientes horas de insomnio para seguir macerando esto que me ha tocado. Y lo de menos es la aventura equinoccial, que todo pasa y todo queda. Pero lo nuestro es pasar.

En estos momentos no sé muy bien quién soy. Ni siquiera lo que quiero, mucho menos lo que puedo ofrecer. Lo busco, indago, pregunto. Repaso los recuerdos, los sueños, los anhelos. No queda nada. Yo he dejado de ser yo y no sé quién soy. No sé ya qué soy.

Ya no anhelo a mis mujeres de belleza y lealtad incomparables, ya no quiero huir contigo al lado, ni siquiera sin ti a mi lado. Ya no creo en las canciones que me hablan de ti, en los amigos que te cantan o me esperan en sus conciertos. Quizá porque dudo de que pueda ofrecerte algo, porque ya no busco nada. Ni siquiera a ti. Será que no es amor.

Así que necesito reparación, necesito un crédito para entrar en una clínica de desintoxicación del alma. Una enfermera que me coja de la mano y me ponga la tirita milagrosa, me bese la herida. Me tienda al sol y averigüe si aún queda algo. Una enfermera que se derrita por Neruda, Benedetti y las canciones de amor que nunca te canté.

Debe de estar ahí, pero no me encuentro. No hay manera. Todo ha dejado de tener sentido, todo es prolongar la caminata a ciegas en esta calle sin salida, en este laberinto oscuro dentro de mi manicomio.

Algo, alguien que me devuelva a niveles seguros de ilusión y esperanza.

Supongo que cogeré una linterna y me iré a correr por el medio de la nada. No estaría mal como catarsis de pobres. Pero sigo sin encontrar una razón para ir a tu lado, quizá porque estoy tan vacío que ya no creo que me llenes, ni siquiera de besos, y yo ahora soy tan pobre que no puedo ni comprarte dos minutos de mi tiempo.

Sálvame, cúrame. Véndeme una enciclopedia, pero no me dejes aquí, después de haber sido todo lo que he sido, después de haber derramado, como Onán, tanto amor en tierra. Haz que todo tenga sentido, que este camino no termine en Ítaca.