Lamentablemente a veces leo un periódico, veo la tele u oigo la radio, y no puedo dejar de sorprenderme de cuán tontos somos, cómo la gente nos toma el pelo y abusa de su puesto o poder sin que ninguno de nosotros, de esa sociedad tan maravillosa que tenemos y de la estáis tan orgullosos mueva un sólo dedo.
Lo primero fue ayer, cuando el ayuntamiento de Gernika condenó por unanimidad el asesinato de una mujer por su marido. Además, había una concentración silenciosa al día siguiente (o sea, hoy) en no sé qué sitio. Me repatea que no haya tal unanimidad cuando hay un muerto de ETA. Y eso que no me considero adalid de los nacionalistas o no nacionalistas: simplemente veo los hechos, y veo que hay muertos y muertos. Como hay cosas de moda, hay muertos que son más rentables, más mediáticos, con eso de la violencia doméstica o familiar (la violencia de género es otra cosa, por mucho que se empeñen los políticos en coger la acepción bastarda «gender» del inglés). Los muertos de ETA, con sus connotaciones políticas, sirven para ejercer esas demostraciones de fuerza y posicionamientos de poder para lograr los objetivos. Así que no hay tal unanimidad en los políticos a la hora de condenarlo (al igual que los curas de por allí, a los que mandaría a consultarle sus cuitas directamente al Creador). Los muertos por violencia doméstica quedan bien; el asunto está de moda y dice cuán solidario es uno, cúan sensible y social es. Pero a los muertos eso le da igual. Creo que no importa por qué te matan, con tiro, bomba o cuchillo. Al muerto lo único que le importa es que lo han matado por no pensar como otro, ya sea política o sentimentalmente; y desde el punto de vista de los muertos ambos son iguales y se sienten igual: fiambres. Pero lo del muerto al hoyo y el vivo al bollo está patente, y hay que rentabilizarlos, cada uno a su manera. Esto a los muertos les hace mucha gracia, como una patada en las gónadas, igual que a los vivos que aún no han perdido la perspectiva ni el sentido común. A los otros vivos, los aborregados, los que toman su ideología, su moral y su ética de lo que ven en la tele, les pueden ir metiendo todo eso por un orificio de su sistema digestivo, el que más les guste.