Podemos destruirle

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Veo como mi alrededor se desangra, perdidos toda referencia o guiones en este marasmo, en este infierno de necedad y estulticia. Perdidas las amarras, los maestros, los líderes, somos turba y vísceras sin cerebro, guardados por fuerzas cada vez más menguadas. Somos insoportable levedad a merced de la evolución despiadada, pero hemos perdido el contacto. Corma para mis pies

Y viendo tus fotos veo mis cicatrices, mis heridas ya restañadas, con lívidos costurones, bregaduras que esconden todos y cada uno de los sueños que he enterrado mientras andaba tu camino.

Ahora, rodeado de caos y cadaveres vivientes que me acechan, sigo recordando las páginas del manual de supervivencia para hundimientos generalizados, las pocas normas básicas de desempeño en situaciones para las que no existe manual y, sin embargo, vienen descritas con todo detalle en demasiados libros.

Soy consciente de mi error, de mis errores. Soy consciente de que no debí esperar nada de quien estaba a mil kilómetros de mí, de que debí haberme llenado de razones y de balas, y deshecho de la esperanza.

Sigo, pese a todo, soñando que algo, alguien, me salve y despierte feliz todas las mañanas, pero ahora sólo queda madera, hierro y la certeza de otros transitaron esta senda y cruzaron al otro lado, aunque no volvieron para contar si valió la pena cruzar.

Todo está perdido y, aun así, seguimos haciendo lo correcto. Tú, por tu parte, te deseo que recibas lo mismo que has dado. Ni más ni menos.