Llámame Magdalena

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(Pre Data: la letra es una canción de Luis Ramiro, pero he modificado una rima para poner mi apellido. Y si me hubiese llamado Ismael,, hubiese empezado: «»Llamadme Ismael»)

No me pidas derechos de autor cuando sueñe contigo,
el inconsciente ni teme ni miente, igual que el borracho y el niño.
No me cuentes tus penas cariño si no cuentas estrellas conmigo,
vaya gracia sumar tus desgracias, ya tengo unas cuantas y voy servido.

Y ahora dices que no estás segura, que estás hecha un lío.
Ve a desatarte tú sola a otra parte, a aclararte con agua del grifo.
No me cuentes historias cariño, si no vas a vivirlas conmigo,
en tu idioma una coma es un punto y final y querer un verbo posesivo.

No soy tu salvador ni tu hermano mayor, tu psiquiatra, tu perro, tu amigo,
tu confesor ni tu experto en tarot, ya olvidé mis dotes de adivino.
Duele más y además es injusto el dolor si no es correspondido,
no te atrevas a subestimar el poder del olvido.

Lo tendré que negar pero es duro aceptar que mañana seré tu enemigo,
y comprobar cada uno en su hogar que la piel no es un bien compartido.
Fingiré y sonreiré y si te vuelvo a encontrar, te diré algo en voz queda:
por favor no me llames mi amor, llámame Magdalena.

De lo bueno que hay por conocer a tu mal conocido,
vi perder sin querer mi autoestima por quererte más de lo debido,
me dejé sin barrer por descuido el futuro, el azar, el destino,
la nostalgia es tan solo una trampa, un contrato con párrafos abusivos.

No soy tu Nueva York, tu Paris, tu canción, tu amuleto, tu espejo, tu abrigo,
el radiador triste en tu habitación, ahora abrázate al sol si hace frío.
Pica más y además es amargo el sabor del amor compasivo,
no te atrevas a subestimar lo que nunca has perdido.

Lo tendré que negar pero es duro aceptar que mañana seré tu enemigo,
y comprobar cada uno en su hogar que la piel no es un bien compartido.
Fingiré y sonreiré y si te vuelvo a encontrar, te diré algo en voz queda:
por favor no me llames mi amor…

No soy tu salvador ni tu hermano mayor, tu psiquiatra, tu perro, tu amigo,
tu confesor ni tu experto en tarot, ya olvidé mis dotes de adivino.
Duele más y además es amargo el dolor si no es correspondido,
no te atrevas a subestimar el poder del olvido.

Lo tendré que negar pero es duro aceptar que mañana seré tu enemigo,
y comprobar cada uno en su hogar que la piel no es un bien compartido.
Fingiré y sonreiré y si te vuelvo a encontrar, te diré algo en voz queda:
por favor no me llames mi amor, llámame Magdalena.