Es lo que tiene la vida, que a veces te cambia y te deja tan irreconocible que cuando te ves en un espejo no sabes si eres tú o es un señor de Cuenca que pasaba por allí y llama al timbre para ver a la familia. Así que poco hay que hacer, cuando de repente todas las imágenes y todos los rostros y todos los lugares que en un tiempo marcaron, iluminaron, modelaron tu vida, ahora acaban siendo sitios tan irreconocibles como esa imagen tuya en el espejo. Aquí estoy yo, perdido como un pulpo en un garaje, viendo miles de cuerpos de gimnasio, miles de rostros, de cuerpos y rostros que ahora ya no significan nada. Todos ellos, sinonimos en un tiempo de otra vida deseada, de otro anhelo, de ese buscar sin encontrar un lugar en este maldito mundo en el que nos movemos como polvo en el aire; ahora han dejado de significar absolutamente todo. O mejor decir absolutamente nada, uno ya no sabe si algo significa algo o nada. Es lo que tiene estar vacío por dentro, es lo que tiene rebuscar entre las rosas del Principito y encontrar que no hay ninguna, absolutamente ninguna que te haga añorar el camino de vuelta a casa.
En directo desde Heron City, Paterna, a 45 minutos según se sale a mano derecha del infierno.