Parece que la vida me atormenta con sevicia, se encarga de ir destrozando mis maltrechos sueños, los nuevos y los viejos, para no dejarme llegar con esperanza a la siguiente aurora.
Ahora Venecia, el último refugio hallado y añorado, donde uno espera recoger los 1000 pedazos de su corazón y olvidar penas y tiempo perdido en aquellas callejas con la única ilusión de dejar la vida languidecer, se hunde.
Mi vida se hunde, como Venecia; yo sigo fiel aferrado a mis principios evolutivos de no ceder vivo ante nada ni nadie, salvo ante la irrefragable vida.