Estas navidades van a ser un poco extrañas. Sigo con las mismas ganas que me caracterizan: a mí me gustan los transitorios, el levantarme y que cada mañana sea una incógnita, que todo sea una aventura inesperada. Odio este estado estacionario, odio la tarea de ablandar el ladrillo, la masa pegajosa que se proclama mundo. Me agota escuchar que todo va bien.
Comienzo a entrar en modo odio, esto de ver la realidad de una manera tan descarnada, tan diáfana, tan sin tapujos duele hasta el infinito. Yo quería muy poca cosa, básicamente levantarme satisfecho por las mañanas. Y estuve muy cerca de serlo todo, pero tomé el camino errado en el jardín de los senderos que se bifurcan.