13 kilómetros en la noche, atravesando jirones de niebla, entre fantasmagóricas sombras y luces, con los ojos de las bestias refulgiendo en la noche, huyendo; con el envés de las hojas de olivos y de acacia brillando como diamantes, como pétalos de dolor. Sintiendo el frío, la humedad, el calor, el aroma a manzanilla, el tedio dulzón de miriadas de aromas. El rocío perla la hierba y la humedad es inexpugnable en las trincheras y en las umbrías, y todo es un encaje de orfebrería para dejar de soñar. Apagar la luz y la música y ver las estrellas en la noche, pese a todo y pese a todos. Y la música cae al alma como a la hierba el rocío. Luego volver a meter en el cargador a «Los secretos», que van disparando lentamente, van iluminando los tramos de camino.
Pero hoy no he pensado en ti. Hoy tengo a los lobos acechando mi morada, hoy no está el aire propicio para estampar mejillas, y no puedo pensar en todo lo que te quiero, en todo lo que te quise, en todo lo que querré. Hoy esta guerra que me asalta, este frente oriental y occidental y meridional requieren toda mi atención, esta aventura equinoccial que me ha hipotecado por 4 años, esta rabia que me hará durar 15 años en la brecha vendiendo caro el pellejo, estas ganas de ti pero sin ti, esta puerta mía que ya no se abre porque ya no estoy, y tú llamas y llamas y no te contesto porque estoy ocupado en deshacerme de esta patulea, como si fuera Cole Thorton.
Ven y sálvame, antes de que saquen al lobo y devore a las ovejas. Bendita locura a los ojos de los mezquinos.