No soporto que no me leas,
que no me escribas,
que no me llames.
Que tu vida y la mía
no sean paralelas ni secantes
sino trazas que se alejan
sin mirarse siquiera
(al menos la tuya,
que mis ojos
siguen clavados en tu estela).
No soporto tus idas y venidas,
tus dimes y diretes,
tu flor de contrabando.
Tu desdén sin mesura,
tu desengaño,
tus maneras muertas
de romperme el alma,
sin verme, sin oírme, sin llamarme.
Cada vez más flaco,
cada vez más roto
sigo esperando, aunque no quiera,
tu mirada, tu silencio,
tus adioses.
Sigo buscando anestesia,
lenitivo para el alma,
fuerzas para olvidarte
y encontrarte en otros ojos,
en otros brazos, en otras camas.