El domingo estuve esperando a mis suegros, que venían de viaje. Fui a la estación de tren de Sagunto. Estuve esperando unos 40 minutos, y había llovido. Llegué a buena hora, así que parqué en la zona de carga y descarga de la estación. Como había llovido, y debido a no sé qué extraña ordenanza municipal vigente en el 99% de los pueblo españoles, la zona del paso de cebra de acceso a la estación tenía un palmo de agua: había que cruzar por los lados del paso de cebra. En el lado no inundado había parcados encima del paso de cebra dos coches, pese a que a 100 metros hay un parking enorme, gratuito, iluminado, vigialdo, asfaltado y medio vacío. A continuación de esos coches, y en la línea amarilla, había otro coche más, estrechando la calle de acceso a la estación de dos carriles a uno. Luego, cuando llegó la hore de llegar el tren, empezamos a dar muestras de lo capullos y egoístas que somos en este país. Aparcó un tío con un BMW todoterreno a un lado del paso de cebra. Esto tenía una doble intención: estrechar aún más la calle y obligar a los peatones a cruzar el paso de cebra por el charco. Puso los cuatro intermitentes y comtempló, impasible, como la gente hacía piruetas y metía los pies en el charco. Es que ser pobre es jodido, menos mal que este capullo tenía un BMW. Luego llegaron más coches y empezaron a aparcar en doble fila, asfixiando toda la estación en un único carril.
Acabé pensando que esto no tiene remedio. Nunca podremos salir del agujero en el que estamos, pero esta vez no le echemos la culpa a los políticos o a la iglesia. Echémonosla a nosotros mismo, que somos egoístas, incultos y sinvergüenzas. Nunca llegaremos a ningún sitio, mierda de país.