Hoy ha sido un día largo, con un final extraño. He logrado salir a las 8 de la tarde a correr, sin móvil, sin llaves. He corrido bajo un calor asfixiante, he vuelto a la casa de la familia, he cenado con mis hermanos, oyendo las chicharras y el agua en la acequia. Luego andando de noche, hacia casa, solo. En la penumbra, con el blanco del camino, recordando tiempos de mi infancia donde el silencio lo era todo, y la soledad y los caminos y las sendas y las vías férreas y el silencio otra vez. Hoy nadie sigue mi trazada en el cielo de la melancolía pero, por un momento, ha sido un buen final del día. Aún queda esperanza de salir vivo de ésta. Lo que no queda esperanza es de ver tus ojos justo al despertarme.