Ahora, que olvido a mis amigos y conocidos, y tengo la esperanza puesta a secar en la terraza. Ahora, que vengo de un fin de semana infinito, un fin de semana de 20 días que por momentos cruzaba la frontera y se pasaba al otro lado, a otro lado aún más extraño, más inexplicable. Un otro lado onírico que desconcierta los sentidos y confunde las brújulas.
En la oscuridad del teatro todo se tornó irreal, y comencé a preguntarme si eso me ocurría a mí, si realmente estaba en aquel lugar y mi vida se había vuelto tan del revés que había dado una vuelta en el espacio de Riemann y me encontraba muy lejos de donde debía estar.
Tan lejos que ya no sé si te quiero o te odio, aunque sé que no eres quien yo creía y no eres nada recomendable, qué se le va a hacer. Que todo se ha acabado antes de empezar porque eres imposible, que ando tan perdido que ahora, al extraviar la esperanza, descubro que perseguí un imposible disfrazado de lentejuelas y cascabeles, pero que estuve perdido tanto tiempo que he acabado demasiado lejos de todas partes.
Ahora, sin ganas de volver al principio, sin ganas de buscarte por si acaso te encuentro, sin fuerzas para volver a quererte porque no soporto otra dosis de realidad, no soporto que me susurren al oído que no eres la mujer que yo esperaba. Casi prefiero morir en este mundo irreal, imaginario, vicario. Donde puedo olvidar que me equivoqué y esta vez ya no tiene solución.