Hoy he recibido el último disco de Andrés Suárez. Lo estoy oyendo en el coche, durante el tráfago de mis días, y me está destrozando. El disco 2, el acústico, el de las maquetas. Con ganas de llorar a lágrima viva en el coche, porque toda la pena aflora a borbotones, sobre todo cuando todo me indica que no vales la pena, que no vale la pena.
Nadie se da cuenta de que estoy roto. De que necesito un remolcador que me lleve a puerto, a tu puerto. Dónde tú seas tú y me sonrías, me escuches. Dobde pueda sanar heridas, donde pueda olvidar, donde haya algo de cobijo para quien está cansado de pelear sin encontrarte, de encontrarte y que no seas tú sino otra. Nadie se da cuenta que mi fortaleza es mi debilidad, que no me rindo porque no puedo, pero quiero que tú vengas y me salves y me escuches y me digas que no pasa nada. Pero me equivoqué, cómo no. Nunca te alcancé, nunca te alcanzo. Debieras llamarte Ítaca. Así no podría culparte.