Durante casi 4 años agosto ha sido un mes de cerrado por vacaciones, de olvidar penas y trabajo y refugiarme en no sé dónde, porque no encuentro refugio. Pero este año no.
Este año es un mes extraño, en el que no hay vacaciones ni paz ni nada por el estilo; sólo remordimientos y sueños mal curados. En el que intento poblar de entradas este nuevo-viejo blog que, por un tiempo, estuvo desfallecido.
Acabará el verano, acabará la tregua (que no el alto el fuego, bastardo anglosajón), y empezará la guerra, con toda su intensidad y su incertidumbre. Y todo será lo mismo.
Pero este mes de agosto no, no es lo mismo.