Tienes toda la razón: ¡Qué lastima!
Ya no sé si es una lástima o lo fue. No acierto a determinar el tiempo verbal. Pudimos haber sido grandes, quizá lo fuimos en su momento, podíamos haber sido una epopeya, quizá lo fuimos.
Pero reconozco que me rompí, que me equivoqué. Que el camino, sin ser malo, me llevó a donde no quería estar, aunque quizá sí donde debía estar.
Sí, es una lástima y yo no me veo con arreglo: estoy completamente roto y sin ser capaz de poner solución alguna, sin verle a este camino corazón, aunque pese a todo estoy ahí.
Sí, es una lástima. Que me he perdido y ahora no sé salir. Que las circunstancias no me dejan parar a reparar nada, a reparar en nadie, a repararme. Que sueñe con huir, con empezar de cero cuando todo es ya imposible y tenemos demasiadas hipotecas por cada habitación del alma.
Es una lástima porque ganamos los Campeonatos de Otoño, fuimos grandes y tuvimos, todavía tenemos el mundo en nuestro manos, y seguimos codo con codo conquistando nuevas playas, defendiéndonos de cada ataque de los malos, sembrando de flores el futuro. Es una lástima porque pese a todo no lo veo, y lo sigo haciendo y sigo recorriendo el camino con confianza y sin fe, y cada vez me adentro más en lo oscuro.
Es una lástima romperme así, de tan mala manera, cuando no lo merecías. Y pese a todo sigo ahí, sin fe pero con mano firme. Ahora mismo ya no tengo más. Yo, que podía haber sido una leyenda, una epopeya si hubiéramos sido varios.