Enfermedades raras

en

Imaginaba
que podría abrazar a una mujer
cuyo perfume oliese a esperanza,
que entre sus brazos
el mundo parase sus engranajes,
que la risa de sus ojos
silenciase el llanto,
el grito desgarrado
del vacío que me ahogaba.

Pero mi almohada apenas si huele
a tu ausencia y a mi pena,
y la esperanza
la vieron tomando el tren
con destino desconocido.

Ahora, pues,
que se me ha roto
el hueso del corazón,
y nada lo sostiene
ni por dentro ni por fuera
estoy sentado en la sala de espera
de las urgencias de este hospital,
tan vacío sin ti.

Pero me dicen,
malditos recortes,
que lo mío no lo cubre la sanidad pública.
Tendré que buscarme un curandero,
una maga, un fisio, dos tequilas,
y pedir los papeles
de discapacitado emocional.

Pero a mí, ¿quién me cura las heridas?