Hoy mis conversaciones con una buena amiga (que se ha tragado sus dosis de tristeza en silencio y soledad) me han hecho sentirme viejo. Muy viejo. Porque quizá dijo Gardel que 20 años no eran nada, pero 10 son un mundo y a mí ya no hay quien me salve.
Porque estoy cansado y he perdido la esperanza de que algo cambie alguna vez, así que sólo me queda seguir adelante con la triste esperanza de que el cielo se derrumbe sobre mi cabeza un día de estos. ¡Qué afortunados aquellos que cayeron ante los ojos de sus mayores a los pies de las murallas de Troya!
Debe de existir un cuento de alguna persona que no quería nada en la vida, nada salvo ser feliz con casi nada al lado de una mujer de belleza y lealtad incomparables. Una historia que cuente que un día salió de casa a buscar a la bella dama, y por el camino, en esa vana búsqueda, se encontró a alguien a quien ayudó, por ejemplo. Al ayudar ese alguien le dio un mágico instrumento, pero se granjeó la enemistad de un poderoso al que, contra todo pronóstico venció. Y hubo gente que le aplaudió, pero los demás poderosos comenzaron a temerle y se unieron contra él. Mas cuantos le alababan desparecieron como por ensalmo y se quedó solo. Incluso hasta el mismo dejó de creer en él, pero siempre soñaba con la mujer de belleza y lealtad incomparables que le esperaba en algún sitio. Y peleó y peleó y el tiempo pasó y consiguió resistir y las nieves blanquearon sus cabellos y su alma. Se ganó el respeto de amigos y enemigos, consiguió torneos y reinos, fue admirado, respetado, odiado, envidiado, y una dama poderosa le ofreció su lecho y aceptó, ya que nunca aparecía la dama de belleza y lealtad incomparables. Aunque en los miradores de palacio y en los pueblos humildes y en las fiestas de la corte la buscaba y no la hallaba. Con el tiempo venció a un poderoso rey, se coronó, tuvo un reino a sus pies. Entonces, un día recordó que lo único que pretendía aquel día que salió de casa era encontrar una bella dama con la que vivir tranquilo y sin saber nada del mundo.