A estas alturas de la vida me quedan pocas cosas. Básicamente me queda oficio y tablas, un manual de funcionamiento falible y la certeza de que sólo tengo una manera de hacer las cosas.
La ilusión se me fue perdiendo, ya no sé si a borbotones, a lágrimas o como un suspiro, pero se acabó yendo, los errores se pagan. Los errores de haber tomado un camino equivocado, de haber abandonado el corazón por la razón. Y así me va, echándote de menos aun sin conocerte. También tú eres un error, una deuda del corazón. Un cierre de fronteras para tratar de no recibir noticias tuyas nunca más. No queda saldo para emprender más aventuras equinocciales.
Como decía Sabina: «Te puedo dar todo, excepto entusiasmo».
Y, no obstante, os estoy mintiendo. Quizá alguien algún día alguien encuentre un venero cuando realice sus prospecciones, y bote un manantial incontenible que inunde todas las salas de tu corazón. Un día lograré sorprenderte.