Yo sólo quería
rendirme a tus brazos,
rendirme entre tus brazos.
Quería que el mundo se quedase fuera,
que no le abrieras la puerta
mientras yo dormía en tus sábanas
o lloraba
o sanaba heridas (que son muchas).
Sólo quería colgarme en tu risa
y viajar por tu vida,
visitando tus rincones y ventanas y tus salas.
En realidad quería rendirme
sin condiciones, con a(r+l)mas y bagajes,
con una bitácora del desconsuelo.
Pero el mundo sigue llamando a mi puerta
todas las mañanas
y tú no estás;
y no me queda más remedio que abrirle
para partirnos la cara mutuamente
en desigual batalla.
No me cuelgo de tu risa,
ya ni siquiera la echo de menos
cuando cavo trincheras
para defender no sé qué,
y horado túneles
por los que abandonar mi vida a su suerte.