Times are a’changin

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Ayer fue un día intenso, largo. El mundo exterior sigue arreciando fiero contra los vidrios de mis ventanas, y se acercan, maldición oriental, tiempos interesantes.

En algún momento tendré que parar a recuperar el resuello y ver hacia dónde ir: a mi alrededor se abren demasiados abismos infranqueables que, tarde o temprano, habrá que arrostrar con decisión, oficio o con lo que en ese momento nos pertreche el furriel. Hay demasiados fantasmas acechando, demasiada incertidumbre.

Así que, dando las últimas boqueadas para llegar al viernes incólume o, en su defecto, con pocos rasguños. El sábado creo que iré a un concierto del amigo Marwan en Valencia. Todavía no he comprado la entrada, pese a haberla tenido (virtualmente) entre mis manos, pero no pude decidir entre ir o no ir, ir solo o en compañía. Debo ir, por muchos e innombrables motivos. Y acabaré yendo solo, sin invitar nunca a nadie. Supongo que no se debe invitar a nadie a los conciertos de (des)amor (Conciertos que, a la postre, son bastante divertidos. Sólo son tristes las canciones).

El sábado, por cierto, es la festividad de Todos los Santos. Si tenéis curiosidad y queréis ver algo sorprendente, os invito a las 18:25 al campanario de Segorbe, donde hay un toque especial de difuntos. Es un toque muy íntimo y familiar, pero caben algunos invitados más.

Ya os contaré cosas, que se avecinan tiempos interesantes. Todo va a cambiar. Simplemente tengo que organizarme y enfocarme, y asumir que todo está perdido, que de ésta no salimos vivos, y de que sigo sin encontrar(m+t)e. Fue bonito mientras no duró. Y ahora que casi todo salió mal, brindemos por haber salido ilesos.