Hay días en que te ponen las cosas como a Fernando VII. Por un lado te sorprende que gente que se supone tener un cierto nivel se ponga en evidencia de una manera tan flagrante. Tenemos un miedo cerval a reconocer los errores, a aceptar las críticas, a cuestionar las cosas.
Y cada vez me siento más cómodo en esto. En pelear, en desenmascarar, en luchar por lo que debe ser, en hacer lo que creo correcto. En lugar de enfadarme, me da pena. Me da pena de que estemos en manos de quien estamos, a todos los niveles. De que no salga nadie diciendo «algo estaremos haciendo mal». Ya veis lo que le pasó a Gallardón hace mucho, mucho tiempo, cuando «aún no era del PP» y le gustaba hasta a Sabina. Lo de Rajoy hoy no cuenta.
Lo de Pablo Iglesias significa mucho. Como significó lo de Obama, que hasta le dieron el Nobel, porque el mundo estaba falto de esperanza. Está falto de esperanza. Estamos hartos de gente acomodada que ha pervertido el sistema para ponerlo a su servicio; que ha abandonado a quienes le pagan y a quien deben servir, y los usen sólo para ordeñarlos cuando los necesitan.
Y todo esto tiene una dimensión fractal: desde lo más grande a lo más pequeño, todos hemos perdido la perspectiva de dónde estamos, cuál es nuestra misión y lo que debemos hacer.
Necesitamos desmontarlo todo y empezar de cero. Desde lo más pequeño hasta lo más grande. Empezando por nuestra conciencia y nosotros mismos.
P.D.: Esta entrada tiene lecturas que sólo yo entiendo. Hoy mi lectura es a partir del 12:20