Apacentarse de viento

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Tengo suficientes años, y suficientes callos en el alma como para saber cuándo me estoy apacentando de viento. Esta mañana, por ejemplo, sabía de lo banal, fútil e inútil de mi visita. Pero a veces uno hace, uno sigue confiando en la táctica y la estrategia del maestro, aunque la cabeza haya dejado bastante claro que no era lo correcto. Quiero creer, justificarme de que eran últimas concesiones.Porque, en realidad, sólo quería apacentarme de viento y encontrar señales para justificar los anhelos de mi corazón. Engañarme un poco más con quien no me merece.

Supongo que los años dan esa pátina de cinismo, los que cavan esa red de trincheras y parapetos y barbacanas en el corazón para defenderlo del mundo. Los años o los palos, que en la mayoría de las personas vienen a ser lo mismo. Con cada derribo de una estancia del alma, solemos levantar barricadas de defensa para evitar que nos vuelva a ocurrir. Y con el tiempo acabamos con el alma hirsuta, erizada de empalizadas para proteger, a esas alturas, prácticamente nada, porque la vida se ha encargado de demolerlo todo o casi todo.

Muchos años, muchos palos y muchos errores para terminar de escribir ese manual que te permite caminar. Aunque los que conocen al ejército saben que seguir las ordenanzas y los manuales será efectivo, pero tremendamente aburrido. De vez en cuando se echa de menos cierta dosis de locura, de alegría. Hasta de esperanza, por qué no.

Por tanto, no es de extrañar que, como dijo Bilbo y el Hada del Sol y la Luna, a veces nos sintamos como mantequilla demasiado extendida sobre la tostada. Nuestro ser es una tenue telaraña que apenas puede mantener todas sus partes unidas, y a veces te paseas por tu propio ser como un extraño que recorre una vida desconocida en la que habita. Y nada tiene que ver con nada, y parece que todo está fuera de la realidad. Serán los años, o el cansancio, o las veces que te has enamorado para nada, para levantar otra alambrada más alrededor del corazón.

Pido perdón por esta zona de guerra que soy por dentro, sobre todo a aquellas personas a las que de verdad les importo. Porque así, sin corazón, sólo la cabeza se encarga de que sea amable, correcto. Las ordenanzas, ya sabéis lo aburridas que son. Sabéis lo complicado que es amar con la cabeza, yo pienso que imposible, así que todo está manga por hombro en todo lo que me rodea.

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