Necesito confesión

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Bien es sabido por mi legión de seguidores que necesito confesión. De un tiempo a esta parte (tiempo, por otra parte, casi inmemorial) se acumula en mi alma tal nube negra que los días son pesados vagones que arrastro por una vía muerta.
Así que necesito una mujer (de belleza y lealtad incomparables). Sí, lo siento, tiene que ser una mujer que se quite su anillo de casada y me meta los dedos hasta el fondo del alma y me haga vomitar.

Que me saque toda esa bilis negra, todo ese dolor, esa tristeza. Ese odio y esa crueldad, casi sevicia, que guarda y aguarda en mi alma. Todo el azogue de mi corazón. Toda la música y la pena y las lágrimas por derramar y la sangre de las vírgenes que no conocí. Que me ayude a arrojar los monstruos del pasado que pasean por mis noches (como ésta).

Después vendrá el llanto desconsolado, el mío. Quizá sólo necesito eso, vomitar y llorar en una habitación oscura en brazos de una desconocida. Confesar mi debilidad, mi hastío, mi renuncia y rendición incondicional. Toda mi debilidad y mis flaquezas, mi infinita falta de fe que me obliga a pelear en desventaja con los fanáticos. Necesito ser reconfortado y sentir paz. Ternura.

Irremediablemente, ella huirá. Debe ser difícil soportar la visión de semejantes monstruos saliendo de un alma tan pequeña, tan vencida, tan derrotada. Y, si no lo hace, huiré yo. Jamás podría mirar a la cara de alguien que me ha visto así: me daría vergüenza.

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