Camino de noche por las calles, parece Nueva York pero es Valencia. Si yo fuera Al Pacino seguramente tú estarías aquí. Me falta un buen padrino y el valor para decirte «ya no soy feliz».
No sé por qué tatareo Moonriver, quizá porque no me sé la letra, pero Manuel Candela no tiene la elegancia de la Quinta Avenida ni sus tiendas el glamour de Tiffany. Desfilan los rostros caminando, tirando de maletas, en bicicleta, y siento que estoy fuera de lugar. Que mi tiempo ha pasado, que soy un usurpador, un advenedizo, un espectro caminando entre los vivos.
Y ya no te busco en cada rostro, ya no me fijo en si es ésa la sombra de tu pelo, ya no quiero imaginar las vidas tras cada rostro, los sueños y esperanzas y anhelos, ya no deseo encontrarte en cada mujer con quien me cruzo, quizá porque no puedo soportar perderte, no concibo no haberte tenido nunca y que el futuro sea un terrible fondo gris donde todo se ha difuminado, se ha perdido en el sombrío reverso de mi ajado corazón.
O quizá es la certeza de que no estás a mi lado, de que nunca estuviste, de que nunca estarás. De que me falló la táctica y la estrategia y nada sirvió de nada, ni siquiera para que advirtieras a ése sin sombra y sin espejo que te susurra «cuídate», eufemismo cobarde de «si te pasa algo me muero».
Aún recuerdo cuando verte era como un día festivo, cuando el resto de la gente no importaba para mí.