Escribo para mí, aunque a veces hay mensajes ocultos en estas botellas dirigidos aciertas personas. Aunque es muy posible que nunca lleguen a su destinatario. En realidad es casi seguro. Y pese a todo, el ser humano es incomprensible y se aferra a la esperanza y a los milagros antes que a lo racional, sigo escribiéndote.
Hoy ha sido un día largo, por motivos lúdico-festivos. Y el hecho de salir a la calle a romperme las pestañas y las uñas, ver las caras y los cuerpos desfilando ante mí no ayudan demasiado a olvidarme, a olvidarte. A arrancar ese deseo inaudito de seguir lanzando mis mensajes en la botella, aun sabiendo que no los vas a leer.
Entonces, hay días que te cansas de no tener ganas ni esperanza, y todo deja de tener sentido. Bendita inercia que nos hace mantenernos en movimiento, en la misma dirección, hasta que otro cuerpo interactúe y me haga cambiar dirección, velocidad, momento, como predijo Newton hace cinco siglos.
¿Quién me leerá?¿Quién navega entre la bruma?