Aunque todo se estropea, sigo de vacaciones. Sin ganas, sin centrarme, sin descansar. Tengo que ver cómo me las arreglo para que yo no me desmadre. Encontrar mi punto de equilibrio.
Añoro algo, inefable, inenarrable. Un aroma, una sensación, un estado de ánimo. Hoy he alcanzado un punto en el que he estado a punto de abandonarlo todo: falta de paz, de equilibrio.
Agosto suele ser un mes en el que no escribo nada en el blog, pero este año no va a ser así. Igual de perdido, igual de vagabundo. Sin saber qué esperar, sin saber dónde iré cuando se abra la próxima puerta.
Necesito un invierno y una ciudad que me ame: Brujas, Venecia, Madrid.