Y por fin ha llegado mi día. Hoy me voy de vacaciones. Como los capitanes de los barcos, aquí estoy, aguantando para irme el último y echar el cierre al quiosco. No tiene mucho mérito, la verdad. Limpiando la mesa del despacho mientras no quiero darle vueltas a nada. Con todo lo que he sido, con todo lo que he sentido y ahora tan vacío, tan confundido con las cosas tan claras.
Se presenta un agosto con algo de trabajo. Bueno, con mucho trabajo, sinceramente. Y estos dos días han sido extraños, con baños de realidad que me están quitando, lamentablemente, todas las pulgas que tenía en el corazón. Difícil recuperar las reservas de esperanza con estos mimbres.
Pero prometo estar de vacaciones. Hacer las páginas web, terminar el pdf, salir a correr, bajarme del mundo y echar de menos ya no sé qué o a quién. Beberé con las tristeza nuestros chupitos de aguardiente Janx o similares, esperaré del cielo alguna señal que me ayude a levantarme, cometeré la locura de escaparme a algún concierto de esos que acarician el corazón y no invitaré a nadie porque no sabré a quien o no me atreveré o no me apetecerá.
Este mes pienso hacer más bien poco. Oyendo a Rozalén para terminar de rematar el laberinto (sólo yo me entiendo).