Derribado

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Para quien no lo sepa todavía, entre finales del año pasado y principios de éste mi avión fue derribado. No tengo muy claro cuándo, porque desde entonces sigo por ahí perdido, y he perdido toda noción del paso del tiempo. A veces, en días como hoy, todo cobra cruel sentido, más sentido si cabe. Y comprendes que ir a corazón descubierto por la vida no puede traer sino derribos y agujeros en el fuselaje.

¿Dónde caí? En algún desierto, eso es seguro, porque desde que lo hice vago sin rumbo y sin espejo, esperando encontrarme al Principito.

Y tampoco tengo ganas de volver a ver a nadie. Estoy con mi cantimplora, mi navaja de explorador y el pañuelo anudado en la cabeza con el capitán Haddock en el Cangrejo de las Pinzas de Oro, y no me apetece volver a la civilización. Mejor estar apartado por un tiempo, mejor lamer las heridas y olvidar rencores. Nada funciona, nada tiene demasiado sentido, y yo intentando encontrárselo. No contaba con esto a estas alturas.

Sigo andando, seguiré andando. Hasta hoy he evitado los oasis y, como un zorro, entro furtivamente en la noche a robar dátiles y llenar la cantimplora. Sigo caminando en círculos para no abandonar este desierto. Al menos por ahora.

Tintín-y-el-Capitán