Está siendo una semana muy larga, sobre todo estirada por compromisos personales y sociales (sólo me entiendo yo) que me están pasando factura. No puedo dormir, personalmente me he quedado vacío y apenas tengo ilusiones.
No sé por qué a la vejez me ha dado por pelear como un quijote. Por defender causas que creo justas, por intentar corregir aquello que esté en mi mano. Estaría mucho mejor, dormiría mucho mejor si subiera mi umbral de egoísmo y me dedicara a mí. Pero tengo un problema: cuando veo que puedo ayudar a alguien, cuando creo que puedo hacer que algo mejore, no sé negarme, creo que es mi obligación hacerlo.
Aquí estoy, intentando cambiar el mundo que me rodea, intentando hacer lo que yo considero justo, enfrentándome a quien creo que no hace lo que debe, a quien ciega el egoísmo. Aprendiendo que las personas no son malas, que nadie hace nada por maldad y hay muchas circunstancias peculiares de cada uno, intentando poner suavidad en mis actos y no herir a nadie, no llevarlo al plano personal. Me cuesta, pero lo intento. Y sé que no lo hago bien.
Y me preocupo tanto por no herir a los demás que me descuido yo mismo, mi parte interior. Me he quedado espantosamente vacío en lo personal, en lo emocional. Decepciones, sinsabores, todo me erosiona el corazón. Debo volver a levantar diques este verano si quiero llegar a navidades vivo, ya ni siquiera en estado razonable.
Hace poco quería salvarme, quería encontrarte para subirme a tu vida y que me salvaras de la mía. Ahora ya ni eso quiero.