Llevo medio año con una falta de motivación más que preocupante. Se han acabado las ganas de absolutamente todo, lo único que quiero es dormir y no ver absolutamente a nadie. Quiero dejar de preocuparme y olvidar.
Haced medio año me comía el mundo. Estaba dispuesto a cambiar mi vida de arriba a abajo, tenía ganas de mil retos. Pero las cosas no salieron como esperaba. En realidad no es que nada saliera mal ni bien, no es que ocurriera nada. Simplemente la vida te va dando alguna que otra colleja, las personas te van decepcionando, la realidad impone sus tiránicas, abrumadoras razones, y se te van yendo las ganas de pelear. Ahora mismo no me apetece nada ni nadie. Sólo olvidar.
Anoche, mirando al techo, pensaba en todo esto. En el enorme vacío que encuentro en mi interior. En el abandono y la dejadez que caracteriza todo lo que hago últimamente: estoy funcionando al 25% de rendimiento, y al 1% de ilusión. Usando ese «Manual para hundimientos generalizados» que permite sobrevivir y evitar perderse en el otro lado, manual redactado hace 15 años y con plena vigencia actual.
Pero el manual no puede poner pasión. No puede dar ilusión por todas las tareas que no reconfortan ni llenan. Toda esta lucha, todos estos desvelos apenas si dan frutos, apenas si avanzo a un coste enorme, con una cantidad de preocupaciones y falta de paz tremendas. Así, se te van yendo las ganas de todo, de absolutamente todo.
Personalmente vacío y vencido, laboralmente abandonando toda la intensidad, toda el alma que ponía en lo que hacía. Socialmente con una pérdida de fe preocupante, emocionalmente con electrocardiograma plano. Hay que tirar de manual, pero hay que buscar algún asidero para volver a levantarse.
Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar. Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar; va cargado de amargura, que allá encontró sepultura su amoroso batallar.