Creo que el título adecuado es: Y por fin vi la oscuridad más completa, pero el título primero queda mejor. Simplemente.
Este domingo pasado tuve una revelación. Fui de comida con amigos, aunque en realidad iba a corroborar mis suposiciones; iba, para qué nos vamos a engañar, con cierta predisposición negativa: mi cabeza fue a demostrarle al corazón que se equivocaba.
Y allí estuve, con mi lista de ítems a comprobar, y los fui tachando todos, uno por uno, religiosamente: estaba equivocado, y las frías pruebas estaban ahí, por mucho que lo quisiera negar.
Eso fue una especie de revelación, más bien de liberación. No fue una luz al final del túnel, todo lo contrario: se apagó la última lumbre de la hoguera, el último rescoldo. Sorprendentemente, me sumí en un estado de desesperanza, de desolación que me hizo despreocuparme de demasiadas cosas personales. Como quien, de súbito, descubre su error y lo da todo por perdido, con esa felicidad que da el verse más allá de cualquier solución. La felicidad que da la locura de saberse perdido.
Así estoy estos días: feliz por la resignación de saberme perdido.