Hoy ha sido un día raro. Un día agridulce y largo (que aún continúa) y algo de pena y de remembranza, de saudade portuguesa, de decirte «ya verás».
Y es que mi vida es un error tras otro en el camino hasta llegar aquí, al medio de ningún sitio, en mi paradisíaca cárcel, mientras sigo sin saber de ti y corro en la noche cuando no respondes a mis llamadas de socorro que te lancé un 20 de abril del 90.
No sé quién dijo que la persona a la que la amas es aquella en quien piensas cuando te duermes y de quien te acuerdas cuando te levantas. Yo, además, la sueño (te sueño) en mis duermevelas, pero no sirve de nada recordar y soñar y pensar cuando todo lo que nos rodea son púas aceradas de dolor que nos hieren, cuando vivir en la derrota y en tu olvido se hace tan cotidiano que me acostumbro a no verte, a no saberte, a no poder conjugar contigo los verbos terminados en arte.