Lo siento mucho, maestro Benedetti,
pero he fallado.
Me ha fallado la táctica y la estrategia,
y todo lo que aprendí,
todo lo que en mi vida preparé
no sirvió de nada cuando quise conquistarla.
Así que me falló la táctica y la estrategia;
me falló la poesía y la música y las palabras,
me falló el sol y la luna y la lluvia
y los cronopios y las famas.
Lo siento, maestro.
Ahora estoy en el principio,
esperando a Vizzini.
Preguntándome si mis frases antitanque
(gracias, Luis Ramiro)
estaban descargadas
o no di en el blanco,
o calculé mal,
y en lugar de conquistarla
el objetivo
debió ser olvidarla.
Y erré con las señales:
«creí que el norte era el sur,
que tu corazón mi casa»
y todo eso.
Una lástima
tanto amor desperdiciado
otra vez.
Fue su risa y su alegría.
Las ganas de perderse a su lado para siempre
porque allí creí que no había oscuridad.
Pero no era así,
me equivoqué.
No sé si era independencia
o vanidad.
Si era inconsciente
o natural.
Y es que tú no eras ella,
y ella no eras tú.
No sé si fui tarde o temprano.
Pero tú eras ahora y yo ya no.
Tú eras ahora y yo fui ayer
o mañana.
O nunca.