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Ahora que la rociada arrecia y no queda sino guarecerse en el fondo de la trinchera, en tus universos paralelos donde triunfas y eres feliz, donde todo se construye a tu medida y todo está en su sitio, impoluto e inmaculado; ahora que los suelos se abisman bajo tus pies en tus sueños, mientras en la vigilia sólo queda aferrarte a lo poco que tienes y a lo poco que lo valoras, a todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria, no queda sino batirse. Otra vez y otra vez, siempre aprestándose para combate sin fe ni esperanza, tirando sólo de oficio, oficio de tinieblas, para tratar de llegar a la siguiente aurora. Quizá por eso hemos llegado donde hemos llegado.