La definición de una mujer competente parece obvia a simple vista. Todo empezó con la definición de madre competente: aquélla que, tras su maternidad, todavía se conserva apetitosa. La definición se hace extensiva hacia cualquier tía buena. Quién no ha tenido su propia definición, crítica y críptica, de una mujer cañón.
Pero esta definición que comparto con Óscar, yo la amplío, personal y particularmente, bajo mi propia responsabilidad. Una mujer competente sería aquella que, cada uno de los días que te quedan, te haga sentirte como si fuera el primero, que tirase de ti y te sorprendiera y vivieras en una eterna montaña rusa. Pero me ha llevado muchos años y varios errores darme cuenta de que esa mujer no existe.
Que cualquier mujer, por competente que sea, es incapaz de resistir la cotidianeidad, todo lo que hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Que el día a día desmonta a los grandes hombres, y es muy fácil e inocente quedarse sólo con las impresiones sesgadas, intermitentes y acomodaticias, e ignorar la realidad de que nada es lo que parece.
Conozco alguna mujer que, en momentos de delirio, tendría la etiqueta de competente. Y que, quizá, aceptando habitar un universo paralelo, podría darme ciertos atisbos de felicidad. Pero tengo la absoluta certeza de que es una ilusión, de que no soportaría el paso irrefragable de la vida sobre nuestras cabezas, sobre nosotros mismos. Que me vería al cabo del tiempo buscando mujeres competentes, o la definición que hubiese surgido en ese universo paralelo, con el mismo desfallecimiento.
Así que mejor quedarse como estás, y pelear por lo que tienes en este momento, con la certeza de que tú mismo, en un universo paralelo, te estás envidiando a ti mismo por lo que tienes en éste.