Y yo con ganas de rendirme

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Mientras oigo el último disco de Dani Flaco, recuerdo este fin de semana, cuando el dolor se hizo insoportable. Y quizá de aquel domingo viene este lunes y este martes, en los que dejé de anhelar tu piel y tu recuerdo, en los que a duras penas se llega al final del día.

Hay distintas clases de derrotas, de rendiciones. Hace muchos, demasiados años ya, una amiga me dijo que no hay dolores pequeños. Que a todos nos parecen los nuestros los más importantes, y que no tiene sentido compararlos.

El domingo, bajo la lluvia, en un lugar otrora paraíso y ahora infierno, bajo el silencio y el crepitar de la lluvia en las hojas lánguidas de otoño, me pregunté cómo había llegado allí. Cómo había llegado a albergar tanto dolor, a veces tanto odio en mi lugar. Cómo me había ido alejando, perdiendo, diluyendo. Qué vida más mezquina me había arrastrado hasta donde estoy.

Me pregunté cómo una vida diseñada, calculada, peleada, buscada, perfecta en su conjunto, puede ser tan horrible en los detalles. Como cada aspecto individual me repulsa y, sin embargo, el conjunto es vacuamente impecable.

¿Miles de errores que se cancelan? Permítanme dudarlo. Así que, ¿cuál será el próximo paso?