Todos están muertos (muertos o algo mejor)

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Cada día me hago un poco más viejo. Pero dentro de lo obvio, cada día mi corazón se hace un poco más viejo, mi ánimo desfallece un poco más y la vida me arrincona. Cada día pienso un poco más en sentarme y rendirme.

El viernes empecé a advertir cómo la vida nos ha ido desbastando, desgastando, devastando. De cómo antes éramos uno cantando con el corazón alegre, y ahora somos muchos, adustos, hoscos, huraños, algunos egoístas y traidores. Todo se ha acabado. El sueño terminó. Lo sabía ya con certeza desde hace tiempo, pero el viernes lo vi, lo sentí en lo más profundo de mi ser, como si un escalofrío sepulcral recorriera mi columna y me estremeciera sin remedio, sin consuelo. Aunque reflexioné, recordé que antes otros pasaron por lo mismo y pese a todo siguen ahí. Que todo cambia y todo sigue igual, pero todo cambia. La vida pasa factura de vez en cuando.

El viernes paseé por un pasillo desierto y no pude evitar pensar que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Todos estamos muertos. Muertos o algo mejor.

Muertos o algo mejor, Christina Rosenvinge