Pienso, según mi manera de ver las cosas, que asumir un puesto de responsabilidad lleva implícito que te partan la cara. No que te la partan accidentalmente, sino que hay situaciones en que alguien tiene que dar la cara porque se acercan marrones. En ese momento, tu puesto de responsabilidad te obliga a que salgas a que te la partan. Así, sin más. Eso va con el cargo. (También pienso que cuando hay felicitaciones o éxitos, o hay que salir en la foto, hay que quitarse de en medio y dejar que salgan otros, que reciban las felicitaciones otros. La adulación es muy mala consejera).
Hace unos meses tuve que dar la cara en un caso así. Por un grupo de gente que denunciaba una situación éticamente vergonzosa, aunque con pocos visos de prosperar la protesta. Obviamente, me partieron la cara, aunque lo peor fue la manipulación y la perversión para justificar lo injustificable. Pero lo dicho: que te partan la cara va con el cargo, al menos en mi escala de valores.
El tiempo pasa, y yo, que no soy rencoroso, sigo haciendo lo que creo que es correcto. Y, entre ayer tarde y hoy por la mañana, he acabado dándome cuenta de que aquel ramillete de hostias sirvió para algo. Sirvió para que, quien había obrado mal, reculara, aunque sólo fuera por el qué dirán. Sirvió para que las cosas sean un poco, sólo un poco, menos injustas.
Es el principio, valió la pena. Por el poco y por la declaración de intenciones de que vamos a estar ahí oponiéndonos a quien no quiere asumir su responsabilidad.