Hoy es un día un poco más amargo, pero no todo está perdido. Ya no es mi derrota, sino la victoria de otros lo que la hace más doloroso (sólo yo me entiendo). Me queda un consuelo, parco y magro, de haber hecho lo poco que podía hacer, de no quedarme de brazos cruzados. Aunque uno tiene que pagar errores pasados y vicios pretéritos, pero la vida es así. Aún con todo, estoy perdiendo el miedo a usar lo que guardaba celosamente en mi interior, y por eso no todo está perdido.
Hoy es un día en el que la derrota, sin ser importante ni vital, duele lo inenarrable.