Y la nave va

en

Los últimos acontecimientos hacen que me lo esté tomando todo con cierta tranquilidad. Sin obsesionarme con obtener plaza ni con el futuro. Simplemente algo más centrado en vivir y trabajar y estar a gusto con lo que hago.

Cierto que quedan flecos personales, sobre todo con mi empresa, que es una amante posesiva y mezquina. Pero todo va a ir alcanzando sus posiciones de equilibrio poco a poco, espero.

Por ahora me encargo de sacar la faena que me asalta fiera y sin reposo y a pasos de pulga se va rozando este monte inabarcable.

No me preocupo de este puto país, que va cuesta abajo sin riendas, azuzado por unos políticos que el arte de gobernar ciudades lo tienen sólo en el nombre. Se avecinan tiempos gilipollas, en los que nos vamos a ver vendidos. Hoy en «El país» venía un artículo de Elvira Lindo, en la contraportada, titulado «Hartazgo», en la cual dice que la ciudadanía está harta de los políticos, cosa en la que coincido. También dice que somos nosotros, con nuestra buena voluntad, los que mantenemos cohesionada esta sociedad real, tan alejada de los mundos de Yupi virtuales que venden los políticos día a día. Ahí discrepo profundamente: hay muy poca gente, la que yo llamo la gente del alambre, que todavía está hombro con hombro aguantando las cargas de infantería. Muy pocos. Si hubiera más, hubiésemos mandado a todos estos chupasangres al paredón y nos correrían otros aires más saludables. El resto de la gente se ha vuelto gilipolla, y todo este puto circo sólo lo mantiene atado el miedo: miedo a perder lo que tenemos. Y en este país cainita y resabiado, cuando el miedo se sacuda sus ataduras es capaz de sacar lo peor que puede imaginar la Historia en este planeta de mierda que un día, liberados del miedo, tuvimos cogido por los huevos y llenamos de mierda hasta donde fuimos capaces.