Y volver, volver, volver…

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Aquí estoy, en el tren que vuelve de Barcelona a Valencia, escribiendo esto en caliente para que luego el subconsciente no traicione.

Como era de prever, me han dado hasta en el cielo de la boca. Supongo que no era la mía, pero han sido desagradables, no se han leído la documentación que les presenté y no han querido valorar nada de lo poco bueno que debo de tener. Simplemente han abierto brechas y han hurgado en las heridas.

No me afectado demasiado, creo que todo hace callo y al final hasta deja de doler. Hay algunas cosas en las que, en el fondo, tenían razón. Aspectos en los que tengo que reflexionar y trabajar, trabajar todo lo que un cuerpo y una mente agotada puede trabajar. Pero seguiremos a lo nuestro.

Ha sido duro. Me han dicho que mi investigación no es buena, que mis proyectos no son dignos, que mis propuestas de asignaturas no son válidas, que mis alumnos no merecen un profesor como yo. Pero esto va de oficio. He aprendido que la justicia tiene poco que ver con lo que uno obtiene de la vida y aun de sus semejantes. He aguantado la carga como quien oye llover, con los pies firmes sobre el suelo y filtrando la información para aprender de los errores, sin dejar que el desaliento haga mella.

Pero no ofende quien quiere, sino quien puede, y estos tíos han sido ramplones, maleducados, zafios y me han demostrado que no me llegan a la altura de mis zapatos. No me han hecho daño.

¡Qué lástima! ¿Tan mal lo he hecho durante todos estos años? ¿Hasta cuando tendré que seguir viviendo con mi mala suerte?

Esta vez has perdido, pero no tiene por qué gustarte. Me refugio en mis canciones de amor para tiempos difíciles, love songs for hard times que el MuVo desgrana con melancolía, esperando que suene el Going Home de Mark Knopfler.

Mañana empieza otro nuevo día.