Da miedo mirar a tu alrededor. Da miedo analizar quién está manejando nuestras vidas, quién cuida de nosotros, quién educa a nuestros hijos, quién nos defiende…
En manos de irresponsables, de facinerosos. De gente apoltronada interesada únicamente en el poder, en su bienestar propio, sin vocación, sin ánimo de servir, sin responsabilidad y con infinitos derechos.
Es donde nos hemos dejado caer. Una sociedad que hace agua, que se obsesiona por la forma, vacía, banal, y deja el fondo sin sustancia que la mantenga, que la cohesione. Parecido a los países del norte, fríos y desabridos en el clima y en social, pero nosotros sin rastro de responsabilidad, de decencia.
Este país no tiene remedio, y los culpables somos nosotros. Nadie más. Todo aquel que piensa en «tengo que defender lo mío, y de lo mío qué, es mi derecho» antes que «hay que hacer lo correcto, es mi obligación, es lo correcto, es lo justo» clava un clavo más nuestro ataúd. Y de éstos hay muchos, estamos rodeados.
Da miedo salir a la calle, rodeados de incompetentes engreídos y envalentonados. Leed de una puta vez: la estrategia óptima es la que beneficia al grupo, no al individuo. Lo dice la gente que ha estudiado, cenutrios egoístas.