Se acaba esta semana, dura como el sol de verano, sin tregua y sin recompensa, con alguna que otra decepción y una mochila cargada hasta arriba que me hunde, día y noche, en pesadillas donde sueño con las personas que me torturan, con aquellas que añoro, con todo aquello de lo que me arrepiento en mi vida.
Pero hoy, ahora, me ha invadido una sensación de viernes de vacaciones, como si la semana que viene empezase otro futuro, más amable, con menos espinas. Sin esperanza, que ya sería mucho pedir, pero con paz interior, tranquilidad de espíritu para poder beber, olvidar y llorar cantando con Andrés Suarez. Una lástima que no pueda citarlo todo lo que el corazón, el alma me pide. La palabra, decía Saint-Exupéry, es fuente de malentendidos. Y no estoy yo para peleas inútiles, a estas alturas.
Así que parece que, tras esta semana pasada, todo lo que venga será mejor (como siempre me equivoco, la semana que viene será dura y desagradable, y para esto suelo acertar). Pero llegaremos al sábado, y beberemos y olvidaremos. ¡Por Tutatis!