El verano es esa estación molesta que media entre los inviernos, y en ello estamos: en aguantar el calor como mejor podamos, y en esperar a lo más frío del frío invierno.
El verano tiene algo de navideño, todo el mundo me pregunta si ya estoy de vacaciones, cuando me paso todo el mes de julio aquí, haciendo lo que sea, porque a estas alturas ya no sé ni lo que hago. Sí que es verdad, necesito vacaciones, o ilusión, o algo. Algo distinto que me haga recuperarme. Demasiadas pesadillas todas las noches, demasiadas emboscadas ahora, cuando ya todo está perdido o echado. Tanto esfuerzo baldío ahora que estamos en medio de ninguna parte. Tanto más fácil repudiar sociedad y familia y huir.
Añoro aquellos tiempos en que todo era incertidumbre, todo era miedo. Todo eran posibilidades en la vida, y había razones para pelear y luchar. Ilusiones.
Ahora, con la línea de la sombra cruzada, con todo decidido y atado, ya no hay retos. No hay ilusión por nada ni por nadie porque ya nada puede ser. Tan sólo pelear por mantener esta situación estacionaria, ganada a fuerza de fuerza, a salvo de los que en el pasado también intentaron negar nuestro camino y nuestro futuro, maldita cuadrilla de hijos de puta egoísta que sólo han sabido ser ahorca pobres.
Lo dejo, no quiero seguir por este camino. Quiero beber y olvidar.